El Movimiento 15-M. esperanzas, incertidumbres y posibilidades Imprimir
III República - III República
Escrito por Rafael Velasco / UCR   
Miércoles, 29 de Junio de 2011 00:00

Amo el 15-M            Que el régimen salido de la Transición, en el marco de la actual crisis global del sistema capitalista, estaba perdiendo capacidad de generar consensos sociales, legitimadores de lo existente, era una evidencia para la izquierda más consecuente desde hace tiempo. Que la izquierda realmente existente, con carácter general, pese a lo ajustado de ciertos análisis de las causas y consecuencias de esa crisis, éramos incapaces de utilizar un lenguaje entendible por la gente que padece la misma y aun más incapaces de articular una alternativa creíble, que permitiese dar una salida política y organizada al descontento social, era una evidencia, la cual llevamos tiempo negándonos a admitir.

 

             En los últimos tiempos esa izquierda real, más o menos reformista, más o menos revolucionaria, venimos lanzando alguna que otra consigna bastante adecuada como "Lo llaman Democracia y no lo es", "La crisis capitalista que la paguen los ricos", "No más guerras por petroleo", o similares, pero siendo incapaces que dichas consignas conectasen con el descontento social larvado, no logrando que fructificasen en banderas para la lucha, ni en los sectores obreros, ni en otros sectores populares. Esa izquierda real seguíamos, y en parte seguimos, despreciando a las masas, minusvalorándolas y siendo incapaces de entender que si el grado de alineación que padecen es tan alto es en una parte nuestra responsabilidad, por nuestra falta de credibilidad, porque preferimos estar ajustando cuentas del pasado antes que construir una salida para el futuro. 

            Y en eso llego el 15-M, y mando parar. Desde hace tiempo esa cierta disidencia social venía cogiendo un cuerpo, sobre todo porque empezaba a darse una cierta crisis de la representatividad del sistema político, es decir, la ciudadanía puede ser que votase, y vota, mayoritariamente a las fuerzas del sistema, pero lo hace sin ilusión, sin creerse sus soluciones y sin esperar nada de ellas. Ciertos discursos de la izquierda real también venían siendo mejor asumidos por la gente, desde la critica a la Iglesia Católica, al despilfarro de la Casa Real, o al expolio de los bancos, ideas de ese tipo empezaban a sonar no ultramontanas entre sectores sociales algo más amplios que en la etapa de pleno apogeo del consenso constitucional. A la par, en internet, en las facultades y en ámbitos donde la izquierda real había perdido terreno, comenzaban surgir manifestaciones de disidencia política, más o menos espontánea, más o menos consciente, pero sobre todo de personas que comenzaban a entender que las soluciones a sus problemas pasaban, y pasan, por la acción política, aunque muchos de ellos no la llamen todavía así. Cuando en las manis del Primero de Mayo comenzaron a circular octavillas para manifestaciones y concentraciones en el 15-M en nombre de etereos convocantes que no conocíamos del todo, la izquierda real que veíamos con simpatía dichas acciones no creíamos que fueran capaces de movilizar masas, nosotros / as que llevábamos año sembrando discurso antisistema no éramos capaces, hartos de tanta derrota, que pudiera prender ese discurso entre la gente fuera de nuestros estrechos marcos de influencia y que esa gente pudiera movilizarse sin nosotros, a veces también contra nosotros / as, y por supuesto por encima de nosotros / as. Pero las manis salieron, y a los dos días comenzaron las acampadas, y algunos/as de la izquierda real fueron a las movilizaciones desde el primer día, otros/as nos incorporamos más tarde, y otros ni se incorporaron, y siguen sin hacerlo, pero la cosa fue cogiendo cuerpo. Y por primera vez en muchos años movilizaciones de masas se extendieron por todo el estado, con discursos más o menos coherentes, pero con ideas que siempre habíamos defendido aunque ahora en boca de otra gente y con un lenguaje parcialmente diferente, pero que en parte recordaba al lenguaje de la juventud descontenta de los años 60 en Europa, de los 70 en España. Volvían a surgir consignas nuevas, y muchas a borbotones, no las manidas de siempre, pero también empezaban a sonar de nuevo en bocas de mucha gente otras que tanto nos agradan y tanto nos evocan, como "El pueblo unido jamás será vencido", hasta en algunos sitios se oyó cantar el "Grandola vila morena". Y empezamos reencontrar a veteranos / as compañeros / as de antiguas lucha, más quemados que la moto de un hippie, que volvían a estar en la calle, y veíamos como era posible convertir la plaza publica en lugar de nuevo para el debate político. Y por primera vez en muchos años vimos como ese movimiento no sólo cambiaba la agenda del debate político, permitiendo que se hablase más del mismo que de la "partitocracia" que se peleaba por ver quien se repartía el pastel electoral, sino como era capaz de desafiar las leyes del sistema, desobedeciendo civilmente y continuando con las acampadas el día de reflexión y la jornada electoral, pese a las amenazas de la Junta Electoral. Por primera vez masas sociales, aun no mayorías sociales, saltaba por encima de los marcos de la democracia representativa, de la legalidad de la Transición, para exigir más Democracia y más Participación. Ese movimiento demostraba valentía política, aunque en sus propuestas no hubiera claridad de propuesta o rigor en ciertos análisis, y sobre todo demostraba que era posible debatir de política abiertamente sin estar dentro de los limites organizativos del sistema, aunque los conceptos de pensamiento todavía sigan siendo los hegemónicos del mismo. 

            Y las movilizaciones no pararon el 22-M, y pese al arrollador triunfo electoral de la derecha más conservadora, pese a la debacle de la izquierda liberal y dinástica, y el estancamiento de la izquierda reformista y aun más de la revolucionaria, sin que la abstención, el voto nulo o el voto en blanco fueran alternativas para las masas explotadas, las movilizaciones continuaron. Ya nadie se podía creer que ni estas movilizaciones fueran organizadas por el PP para desgastar al PSOE, aunque en parte pudieran haber dado lugar a ese resultado, ni menos aún que las organizará el PSOE para recuperar el voto de la izquierda, aunque demagógicamente quisieron en parte rentabilizar ese descontento. Las movilizaciones siguieron, y siguen, y la sensación que comenzamos a percibir, los que más o menos pasivamente participábamos en ellas, con recelos y con miedo, es que esta gente que quería seguir combatiendo en la calle ya no le valían como sus representantes los partidos del sistema, y cuando empezamos a oír gritar "QUE NO, QUE NO, QUE NO NOS REPRESENTAN", eso nos gustó, pues ya no éramos cuatro locos, de siempre, los que decidíamos salir a la calle, por fin la disidencia comenzaba a salir de los bares y de las conversaciones familiares para manifestarse en la calle. Y como no , también empezamos a percibir que había sectores que rechazaban radicalmente lo que ellos llaman política, y que confundían a nuestras organizaciones sindicales y políticas con las del sistema, en parte con razón, pues en los últimos años en las formas éramos y somos muy parecidos, y que algunos se pasaba y no le gustaba que en las asambleas pudiéramos intervenir con posiciones propias, de clase o revolucionarias. Pero también empezamos a ver que había otros sectores que, quizás por otras vías, con otro lenguajes, llegaban a conclusiones parecidas a las nuestras, que algunas movilizaciones empezaban a confrontar directamente contra el poder financiero, que algunas otras rechazaban las reformas laborales, y que por lo tanto, aunque confusos, aunque sin romper con globalmente con el discurso hegemónico, la mayoría de los que participaban en las movilizaciones, aunque no quizás la mayoría más organizada, eran de los nuestros, incluso empezó a verse alguna que otra bandera republicana. Y cada vez más de nosotros / as empezamos a entender que algo estaba cambiando, que era posible retomar la lucha de masas, y que cualquier salida por la izquierda a la crisis actual no puede ser sin confluir con esta movimiento social y plural, y menos aún en confrontación con el mismo. Y aunque nos moleste, y hasta nos indigne, empezamos a ver que no era necesario lucir bandera y pegatina partidaria o sindical, en un movimiento que erróneamente no entiende esos conceptos, para expresar nuestras posiciones, sin prepotencias y tutelajes, sin que las divisiones partidarias o sindicales se conviertan en frontera para el debate, como lo venían siendo en movilizaciones anteriores, y pese a que muchos/as de los que se declaren del antidogmatismo son más dogmáticos que nosotros / as mismos y no les gusta oír nuestras opiniones. Pero es posible intervenir, porque la mayoría de la gente que participa en estas movilizaciones esta dispuesta a oír, y sorprendentemente hasta en las manis la gente escucha a los que hablan desde la pancarta de cabecera, porque son nuevas caras, porque se nota otra frescura que en nuestras movilizaciones de siempre habíamos perdido. Y pese a que seguimos siendo cobardes o tímidos, o las dos cosas a la vez, a la hora de lanzar a los cuatrovientos nuestras ideas, cuando las lanzamos más gente de la que pensábamos las entiende y las comparte. 

            A fecha de hoy ya nadie creo que pueda decir que lo que medio cuajó entorno al 15-M, porque fermentándose ya venía desde hace tiempo, va marcar un antes y un después en el escenario político, y que pase lo que pase dejará una huella de la que deberemos aprender todos / as los que deseamos cambiar este mundo de mierda que nos ha tocado vivir. Pero el movimiento sigue ahí, y vivirá en los próximos días quizás meses momentos cruciales, en los que la izquierda política y sindical debe estar presente, para por un lado, aprender de su experiencia, quitarnos las telarañas y las anteojeras, y por otro lado, aportar nuestra modesta experiencia política y organizativa para favorecer que dicho movimiento no muera, o no sea instrumentalizado de nuevo por el sistema, y sobre todo para lograr que lo que aún hoy son pequeñas letras y músicas de democracia real y anticapitalismo se conviertan en verdaderas canciones que permitan organizar a multitud de personas, de sectores sociales, entorno a propuestas políticas y organizativas, dignas de tal nombre, que permitan que esto no llegue a un callejón sin salida, sino que puedan superarse metas e ir poniendo en jaque los conceptos ideológicos, las estructuras jurídicas y los mecanismos del poder del sistema vigente. 

            Para ello, a mi juicio, sigue siendo imprescindible no cometer errores de otras épocas, y lograr la confluencia de la clase trabajadora, en sus múltiples expresiones, de su movimiento obrero y sindical organizado, con otros sectores populares, que se organizan de otra forma y con objetivos menos ambiciosos, y de los sujetos políticos tradicionales de la izquierda con otras nuevas formas de expresión organizativa, que sin ser las que más nos gusten o más validas nos parezca, están ahí y ya no se pueden obviar. Si esa confluencia no se produce, y a la par no se va articulando organizativamente el movimiento y sus diversas expresiones, y sobre todo si no logramos convencer a la clase trabajadora de que ese el camino para salir de su postración actual , perderemos una oportunidad histórica para articular una alternativa real a lo existente. Ello no será fácil, nos costará hacernos oír, tendremos entre nosotros / as muchos choques e incomprensiones, y se necesitará de inteligencia política, de acertar con las consignas, de ir elevando el nivel del discurso político sin caer en la retórica hueca y vacía, de ir construyendo nuevas conductas y formas de actuar acordes a las ideas que decimos defender, pero o lo hacemos o la historia nos juzgará por ello, y sin duda el tren de la misma nos arrollará. 

            Desde dentro de este movimiento, trabajando en otros existentes y haciéndoles confluir podremos ir construyendo esa alternativa política, que en este momento debería de tener en la exigencia de un "PROCESO CONSTITUYENTE", a mi juicio, su mejor forma de darle continuidad y perspectiva. Nunca desde hace tiempo habíamos tenido una coyuntura, a corto plazo, tan favorable para poner en el centro del debate consignas y planteamientos republicanos, anticapitalistas, socialistas o comunistas, que no sea nuestra cobardía ni nuestra prepotencia la que nos impida hacerlos. Es el momento de intentarlo, y puede que salga mal, y puede que sean otros sujetos los que logren hacer descarrilar este tren o reconducirlo hacía vías peores que las actuales, pero sólo si se intenta podremos no lamentarnos de nuestra inacción. No será fácil, aun mucha gente, objetivamente sana e interesada en el cambio, cree que la política es radicalmente mala, y que toda opción política es partitocracia y corrupción, demostrémosle que están equivocados, atrevámonos a salir de las catacumbas y apostar por un proyecto que ilusiones a la mayoría social. Nuestros / as enemigos / as, los que detentan el poder, son menos, demostrémonos a nosotros / as mismos / as que es verdad que la unión hace la fuerza y que la lucha es la mejor escuela de pensamiento, no se si esto será una mera revuelta, será el azucarillo que se disuelve en un vaso de agua, o seremos capaces de convertirlo en un tsunami que derribe al Capitalismo, o por lo menos en una barricada frente a sus consecuencias más perniciosas, no se si podremos profundizar en la democracia o si incluso llegaremos a traer una III Republica, pero espero no equivocarme en que este movimiento, con todas sus contradicciones, este nuevo caldo de cultivo surgido al calor de estas movilizaciones es la mejor argamasa para experimentar si de verdad es posible recuperar la iniciativa política e intentar el cambio social, eso que algunos/as llamamos Revolución. Una vez más, como dijo aquel barbudo de Treveris y su compañero ingles, no tenemos otra cosa que perder que nuestras cadenas, intentemos convencer a tanto y tanto compañero/as de trabajo, de barrio, de escuela o de vida cotidiana, de que es posible y necesaria la lucha y la organización, y sólo así podremos vencer, pero que no nos derroten sin haberlo ni siquiera intentado.

------------------

 

Rafael Velasco es abogado y vicepresidente de la Federación Asturiana Memoria y República