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Cultura - Cultura / Cine

También la lluvia de Icíair Bollaín"También la lluvia". Cine que cuestiona el cine.

Entrevista a Icíar Bollaín. "Me espanta la etiqueta de cine social"

Sara Brito & Carlos Prieto / Público

 

La película más ambiciosa y compleja de Icíar Bollaín es también el primer guión que dirige sin que sea de su puño y letra, sino del de su pareja, Paul Laverty, habitual colaborador de Ken Loach. También es su primera experiencia al frente de una producción de peso rodada fuera de España:ha costado más de seis millones de euros. Estas son las claves de una película coral, que juega con el cine dentro del cine y que pone en cuestión las buenas intenciones de la etiqueta de cine social. La candidata española a ser seleccionada para competir por el Oscar a mejor película en lengua no inglesa es una historia de resistencia y un espejo sobre la explotación en Latinoamérica que sigue viva pasados 500 años de Colón.

 

Una guerra ganada

Lo que atrajo a Paul Laverty e Icíar Bollaín de la llamada Guerra del Agua boliviana es que es una de las pocas batallas recientes ganadas por los explotados. En 2000, la multinacional Bechtel firmó un contrato con Hugo Banzer, presidente de Bolivia en aquella época, para privatizar el servicio de suministro de agua en la tercera ciudad más grande del país, Cochabamba. Los ciudadanos reaccionaron ante una subida del precio del agua de más del 50% con una revuelta que acabó devolviendo el agua al pueblo. También la lluvia se acerca a esta historia bajo el mecanismo del cine dentro del cine: la película arranca con el inicio de un rodaje de un equipo de cineastas españoles y que revisa la figura de Colón y de San Bartolomé de las Casas.

¿Cine social?

Cuando el rodaje ficcional arranca, la protesta estalla en Cochabamba. Uno de los protagonistas del filme dentro del filme se convierte en líder de la insurrección, lo que abrirá las primeras grietas en las limpias intenciones del director de la película (interpretado por Gael García Bernal), el productor, Costas (Luis Tosar), y el resto del equipo de rodaje. Algunas de las secuencias más memorables son aquellas en las que el equipo de la producción que retrata Bollaín habla durante una cena poniendo sobre la mesa sus propias contradicciones sobre lo que significa el compromiso en el cine. Ojo, con Karra Elejalde: está brillante.

Reparto muy coral

Por tercera vez, Icíar Bollaín y Luis Tosar trabajan juntos. Tosar es el verdadero protagonista de También la lluvia, el personaje que evoluciona y se transforma. Raúl Arévalo y Karra Elejalde, que interpreta a un actor de vuelta de todo, que hará de Colón en la película, son parte del elenco.

Además, Bollaín debió coordinar a 4.000 extras en total, de los que 300 eran indígenas. La producción se armó con un equipo boliviano y español de 130 personas y se rodó en unas 70 localizaciones durante ocho semanas. Sin duda, el rodaje más complejo de la directora de Flores de otro mundo. 

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Entrevista a Icíar Bollaín. "Me espanta la etiqueta de cine social"

 

La cineasta Icíar Bollaín (Madrid, 1967), autora de cintas como Flores de otro mundo (1999) y Te doy mis ojos (2003), se ha enfrentado al mayor reto de su vida con También la lluvia. El filme, que se estrena el próximo viernes en nuestros cines, cuenta la historia de un productor (Costa, interpretado por Luis Tosar) y un cineasta (Sebastián, encarnado por el mexicano Gael García Bernal) que viajan a la ciudad de Cochabamba (Bolivia) a rodar una película sobre Cristóbal Colón. El rodaje se complicará al cruzarse en su camino una insurrección popular: la que puso patas arriba la ciudad en el año 2000 en respuesta a la venta a una multinacional del servicio de aguas.

 

La película, escrita por Paul Laverty, guionista habitual de Ken Loach y pareja de Icíar Bollaín, se sumerge en el subgénero de cine dentro del cine para hablar sobre la persistencia de la colonización y los dilemas morales a los que se enfrentan los occidentales cuando viajan a Latinoamérica. También la lluvia es la película elegida por la Academia de Cine para representar a España en los Oscar.

Es su filme más grande hasta la fecha. ¿Le asustaba el tamaño? ¿Cómo afectó esto a la preparación?

La primera sensación cuando te enfrentas a un proyecto así es que tienes que hacer mucho trabajo previo. No es lo mismo planificar una escena con tres actores que con 300. Hasta este filme me limitaba a hacer mis dibujitos para imaginarme la puesta en escena. Pero ahora necesitaba contar tantas cosas en la puesta en escena que me pasé varios días revisando todos los planos con el director de fotografía, Álex Catalán. Además de asistir a todo tipo de interminables reuniones con producción, arte y vestuario. Pasamos mucho tiempo pensando cómo podíamos rodar semejante guión en ocho semanas.

¿Le quitó todo ese trabajo previo energías creativas a la hora de enfrentarse al rodaje?

No. Toda esta organización previa también forma parte del lado creativo. Ahí decidimos, por ejemplo, qué aspecto debían tener los indígenas. Cada cineasta que ha abordado la conquista se ha tenido que inventar a los indígenas porque los taínos que recibieron a Colón murieron sin dejar rastro

Usted reivindica que el denominado cine social y político también puede ser entretenido.

Me espanta la etiqueta de cine social porque suena a algo aburrido, aunque no tenga porque serlo. Lo que defiendo no es tanto el cine que te hace pensar durante la proyección, sino el que te deja un poso al salir de la sala. El que te hace dar vueltas al tema que plantea la película. En También la lluvia quería plantear una mirada sobre la historia y sobre nuestro presente. Pero contado a través de unos personajes en tres dimensiones a los que les ocurre algo. Tenía muy presente que no debía perder de vista a Costa porque es su viaje personal el que nos traslada a todos esos lugares. La clave aquí es la peripecia, el sentido de la aventura, porque irte a Bolivia a rodar una película tiene mucho de aventura. Tampoco quería descuidar la épica. La conquista tuvo su punto épico. La guerra del agua, también.

Uno de los actores del filme ficticio, Antón (Karra Elejalde), que interpreta a Cristóbal Colón, levanta ampollas durante el rodaje. Sus compañeros de reparto le acusan de ser un cínico, pero Antón hace comentarios políticos bastante articulados sobre el paternalismo occidental hacia los indígenas. ¿Es un cínico? ¿Es el borracho que dice la verdad?

En realidad es casi el único personaje que no es un cínico. Es el más humano, el que no tiene nada que perder. Se lo ha bebido todo y está al final de su trayectoria profesional y quizás vital. En el filme hay incluso un indicio sutil de que Antón pudiera estar enfermo. Está en ese punto maravilloso de la vida en el que todo te da un poco igual y dices siempre lo que se te pasa por la cabeza.

También la lluvia' pertenece al subgénero de cine dentro del cine. A ratos no hace usted un retrato especialmente amable del mundillo del cine.

Eso me gusta. La película da una de cal y una de arena. El cineasta que interpreta Gael García Bernal quiere aportar una visión diferente de la historia con su película, pero carece de la sensibilidad suficiente para comprender lo que está ocurriendo delante de sus narices. Hay un punto de dar cera a los progres, pero también un pequeño homenaje: marcharse hasta Bolivia a intentar hacer una película diferente merece un respeto. Me gusta la escena en la que Sebastián se viene abajo y Costa le reanima diciendo: Tío, has llegado hasta aquí, llevas siete años tirando de esta película, no puedes abandonar ahora el rodaje'.

¿Llegó a sentir usted algo parecido durante su rodaje en Bolivia?

No, aunque muchas escenas de la película me hicieron pensar: Socorro, que no nos pase a nosotros'.

También la lluvia' es una película de dilemas morales. ¿Se ha planteado qué haría usted si se viera en la misma situación a la que se enfrenta Sebastián en el filme?

Nunca me he visto en esa. ¡Y menos mal! No sé lo que haría si me pusieran en ese extremo, aunque hay una parte del personaje de Sebastián que compartimos todos los directores. O te empeñas en sacar adelante el trabajo o las películas no se hacen. Durante un rodaje hay muchos momentos en los que el cuerpo te pide ceder. Cuando llueve, cuando el equipo está cansado, etc. Pero la única manera de llevarte un buen material a la sala de montaje es no ceder. La obcecación es parte de tu trabajo.

Sebastián cree que sacar adelante el rodaje es lo más importante porque la película puede cumplir una función política cuando llegue a los cines. ¿Qué opina usted? ¿Hay cosas más importantes que acabar un filme?

Todo tiene su importancia. Una emocionante película política como Missing (Costa Gavras, 1982) sirvió para abrir los ojos de mucha gente a una realidad. Claro que hay películas que permanecen. Sebastián aspira a que la suya cumpla una función, pero a veces la realidad puede con todo. Y las cosas que suceden a tu alrededor son más importantes que tu película.

Algunos occidentales aseguran que si no fuera por nosotros los indígenas seguirían desnudos por la selva. Otros denuncian que el colonialismo sigue vivo a través de las multinacionales. En Latinoamérica también tienen sus propias opiniones al respecto. ¿Le preocupaba a usted caer en el maniqueísmo, el paternalismo o el victimismo?

El personaje del alcalde de Cochabamba era fundamental para mí. No puedes contar una película solamente desde un lado. Evidentemente También la lluvia toma partido por los que se rebelan, pero había que escuchar la lógica contraria, la del Fondo Monetario Internacional, que sostiene que la única posibilidad de estos países pobres es privatizar sus recursos para tener dinero para impulsar su desarrollo. La película celebra las resistencias a la conquista española y a la privatización del agua, pero había que dar espacio a la opinión contraria. Una de las cosas que más me gustó del guión de Paul [Laverty] fue su ironía. Aunque se pone de parte de los que pelean por el agua, también señala que los occidentales que ruedan la presunta película sensible en Bolivia van ahí a lo que van. No dejan de tener una mirada colonialista y mercantilista. La visión de Costa, el productor, está clara: lo bueno de trabajar con los indígenas es que son iguales y cobran poco. No se trata de dar una visión del mundo en blanco o negro. La realidad es mucho más complicada y contradictoria.

Es la tercera vez que el actor Luis Tosar se pone a sus órdenes en un filme, durante los últimos 11 años. ¿En qué ha cambiado su relación profesional en todo este tiempo?

Me he ido topando con Luis Tosar en intervalos de varios años. Primero hicimos Flores de otro mundo. Luego, cuatro años después, Te doy mis ojos. Lo que me he encontrado ahora, siete años más tarde, es un actor cada vez más potente y seguro de sí mismo. No deja de sorprenderme. Cada vez tenemos más experiencia tanto él como yo.

¿Hubiera hecho Ken Loach una película diferente a la que ha hecho usted con el mismo guión?

No tengo ni idea. Ken Loach leyó el guión y me dijo: ¿Pero cómo vas a meterte en este lío?'. Se rió mucho y nos deseó suerte. Como director, vio enseguida que nos enfrentábamos a un gran reto narrativo. Luego, vio el filme en el festival de Toronto. No estoy segura de cuánto le gustó, porque es muy discreto, pero me felicitó por el trabajo.