Víctor Mora, el escritor comunista que creó al 'Capitán Trueno' Imprimir
Cultura - Cultura /Artes Plásticas
Escrito por Juan José Téllez   
Viernes, 19 de Agosto de 2016 00:00

El azar le ha llevado a morir el mismo día que Federico García Lorca, con quien tanto quiso. Víctor Mora nació cinco años antes de la ejecución del poeta de Fuente Vaqueros pero dedicó media vida a combatir a sus verdugos, desde una insólita trinchera, la de los tebeos. Ningún censor se percató en su día de que El Capitán Trueno, el más célebre héroe del cómic hispano de su tiempo, dedicaba todo su empeño a derrocar tiranos y a colocar en su lugar consejos de ancianos, “que era lo más parecido que se me antojaba a una república”, diría su creador años más tarde.

 

“Nací el 6 de Junio de 1931. (Hubo otro “6 de junio”, célebre: el del Desembarco de Normandia, durante la Segunda Guerra Mundial...). He vivido, por otra parte, entre luchas y guerras muy sangrientas... ¡Sólo diré que no me gusta ninguna guerra! Y que creo que hay que resolver todos los problemas, con una mínima violencia, pensando que ésta SIEMPRE es posible. Saber a que generación literaria pertenezco, es un trabajo que dejo a los siempre necesarios estudiosos...”

Así se expresaba en el texto que todavía figura en la página web de la fundación que lleva su nombre y que tiene su sede en el municipio de L´Escala: “¿Cuales son los objetivos de la “Fundaciò Victor Mora”...? Eso es algo que Armonía Rodríguez, mi esposa, podrá contar mejor que yo pues es quien se ocupa más de la cuestión. A “grosso modo”, puedo comentar que sus objetivos son culturales y de difusión de la literatura y la creación artística, en general. También constará de nuestras respectivas bibliotecas que, en conjunto, pueden sumar unos 10.000 volúmenes, algunos muy especializados, a más de documentos como fotografías, correspondencia, etc. etc”.

Entre aquellos estudiosos a los que se refería Mora figura otro guionista español de cómic, Rafael Marín, que ha seguido de cerca su obra: “El Capitán Trueno, lo comprendemos ahora, es un tebeo sencillo pero meditado. Su psicología no recurre a la angustia de otros héroes anteriores como El Guerrero del Antifaz ni los superhéroes que nos esperaban a la vuelta de aquella década. Trueno tiene unos parámetros de conducta sencillos y envidiables: es un héroe y se comporta como tal. Es amigo de sus amigos, y sonríe. La ingenuidad de la serie nos ha prestado momentos de pura magia: esos barcos veleros que pueden manejar perfectamente entre los tres solos, ese globo aerostático que se eleva por arte de magia, sin que importe el peso que parece tener ni se explique nunca qué le permite elevarse, pues no hay llama ninguna en la barcaza”.

El hijo de un exiliado

Víctor Mora era hijo de un relojero que se exilió para no ir a la guerra de Marruecos. Posteriormente, su padre ingresó en la policía de la primera Generalitat de Catalunya y fue uno de los últimos republicanos en dejar Puigcerdá ante el avance de las tropas fascistas en 1936. Veinte años más tarde, su hijo –al que inició en la lectura y el estudio –“amaba los libros y me los hizo amar a mí”—creaba El Capitán Trueno, un héroe que protagonizaría una larga serie de historietas de aventuras, de la mano del dibujante Miguel Ambrosio Zaragoza, más conocido como Ambros.

Hubo otros trazos para Trueno, como hubo otros guionistas –Casarell, Bayona, Acedo--, pero la industria tuvo que rendirse ante la pericia de Mora, que ya había visto morir a su padre en el exilio francés, tras sufrir las duras condiciones de vida de los campos de concentración, el de Bram, en el departamento del Aude, durante todo un año a su llegada al otro lado de la frontera.

Su madre, Dolors Pujadas Teixidó, tiró adelante como pudo, pero Víctor se decidió a regresar a casa: “Al volver a Barcelona, yo, por encima de todo, quería trabajar y dar salida a unos grandes anhelos de salir adelante con los pocos conocimientos que tenía... Estaba permanentemente inquieto, angustiado por nuestra situación de dependencia económica. Leía mucho en castellano y francés, y muy poco en catalán, mi lengua natal, maldita por el fascismo de la época. Realicé distintos trabajos como aprendiz de lo que fuera, siempre leyendo por la calle, y no olvidando nunca nada de lo que leía y aprendía. De una forma natural, diría, rechacé el fascismo –incluyendo el de la Segunda Guerra Mundial, claro- y me interesé por todo lo que se oponía a ello”.

Cuando volvió a Barna, Victor tenía apenas once años y muchas dudas ante sí, hasta que después de otros empleos similares, la editorial Bruguera le admitió en 1956 en su nómina de guionistas para dar vida al Capitán Trueno, un personaje de su invención, un héroe medieval que convivía con inventos anacrónicos.

La serie, que inicialmente firmó con el seudónimo de Víctor Alcázar, tuvo un éxito sin precedentes, sobrepasando los 350.000 ejemplares semanales en algunos momentos: “Entrar en Bruguera fue, para mí, dar un paso de gigante en los mundos que más me interesaban: el de la Letra Impresa, y el de las Artes Gráficas. Y continué siendo el escritor que ya era –cada vez más seguro de mí mismo- y el aprendiz de dibujante que cada día se encontraba más frustrado... Escogí –no sin razón, ni dolor- entre ser un escritor o un dibujante. Desde el principio, personas de la Editorial, sobre todo su Redactor en Jefe, Rafael González, (ex-periodista, expulsado por los fascistas...) me impulsaron a seguir escribiendo. “Mora, usted es un escritor”, me decía el Sr. González. La historia de Editorial Bruguera es bastante conocida, para que ahora venga, aquí, a descubrirla... En mis novelas, sale la Editorial Bruguera, sí, (aunque muy modestamente, pues haría falta un Thomas Mann) bajo el nombre de la Editorial Cabot, y toda una serie de personajes que, a menudo, se parecen bastante a la realidad... Pero a quien quiera un libro donde se mezclan el realismo más crudo con la más pura poesía, le cabe leer el sensacional libro de Francisco González Ledesma, que para mí es una obra maestra: “Las calles de nuestros padres”.

Y es que, en paralelo a guiones de cómics tan populares como El Jabato, El Cosaco Verde, El sheriff King, Sunday, Las Crónicas del Sin Nombre, Dany Futuro o El Corsario de Hierro –cuyo galeón se llamaba “Human rights”, “Derechos humanos”, mientras todavía vivía el dictador--, Victor Mora también llegó a publicar narrativa, tanto en catalán El meu cor es diu Àfrica, El café dels homes tristos o La pluja morta, en castellano o en francés, como Les platanes de Barcelona. Como periodista, se enorgulleció siempre de sus entrevistas con Louis Aragon, Miguel Angel Asturias, Langston Hughes, Claude Lévi-Strauss, Pablo Neruda o Jacques Prévert e incluso llegó a publicar un libro en español en la antigua URSS, La ciencia soviética hoy. “El señor Putin no lo aprobaría”, comentaba respecto a dicha obra.

Trueno ingresa en el PSUC

Dibujo realizado por Carlos Giménez en el que el Capitán Trueno apoya al PSUC

Dibujo realizado por Carlos Giménez en el que el Capitán Trueno apoya al PSUC

A su compañera Armonía Rodríguez le debe su militancia comunista. Con ella entró en el PSUC el mismo año que creó El Capitán Trueno. Y con ella vivió la clandestinidad, hasta ser ambos detenidos por la Brigada Político Social que dirigía en Barcelona el comisario Creix: “Fui detenido y estuve en la Modelo de Barcelona... Me lo tomé con bastante tranquilidad... Era joven y fuerte, y me sentía invulnerable. Mi preocupación era por Armonía, que también habían detenido. ¡Supe que un... alienado..., de la Brigada Social le había dado una bofetada... que le dejó una marca que duró varios días!”
 
“No hay duda de que alguien se movió por nosotros, aparte de las personas corrientes... –relataba Mora--. Armonía solo recibió una bofetada... Yo, nada de nada... No hemos sabido nunca todos los detalles de lo que ocurrió. El resultado, fueron unos meses en la cárcel... Tiempo después, de vez en cuando, la policía venia a casa de madrugada, a registrar... ¡Era una historia de constante sobresalto, de nunca acabar...! Ya estaba más que cansado. En 1963 me exilié a Francia. Era imposible para mí tener una actividad política en aquella situación de persecución y vigilancia constante. Pensé (cualquiera se lo puede imaginar) que necesitaba cambiar de aires y tener la actividad de un escritor antifascista en libertad. Estando en Francia, continué mis relaciones con la maravillosa lengua de Molière, sin nunca dejar de pensar en Catalunya y en España”.

Andorra le servía de puente durante dicho periodo, pero Francia no sólo le dio refugio sino algunos honores, como el de ser nombrado Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres: “Si me preguntan porque volví tengo que responder: Porque amo a Catalunya y a España”. Admiraba a Francia y a lo mejor de los Estados Unidos pero detestaba la progresiva pérdida de derechos sociales a manos del capitalismo salvaje, así como la irrupción del fanatismo yihadista.

Una triada repetida

Contra la superchería y los abusos de poder, se alzó siempre El Capitán Trueno, que era el reverso ideológico de El Guerrero del Antifaz y sobre todo de Roberto Alcázar y Pedrín. Además, como reseña Rafael Marín, “Trueno fue siempre una lección de geografía exótica: América antes de Colón, tanto en el norte como en el sur, con sus revoluciones de puercospines o sus estampidas de caribúes; China y su gran muralla, Cipango y los samuráis que se enfrentaban a Yokize, La India misteriosa, la Australia de la última aventura, los desiertos de Arabia y sus barcos encallados en la nada, Tierra Santa y el remedo del grial, África y el torneo calcado de Mongo, el polo norte y el escultor de estatuas de hielo, la Europa de margraves y damiselas y trasuntos del flautista de Hamelín, y hasta una España terrorífica donde espectros kukluxklanescos daban caza a los siervos y provocaban la justa ira del paladín que siempre fue el Capitán”.

Sus peripecias se basaban en las de una triada de personajes, Trueno, Goliath y Crispín, que en El Jabato recibirían como remedo los nombres de Taurus y Fideo de Mileto. El mismo esquema exportaría a sus otras series: el valiente, el fuerte y el cómico, cuyas hazañas se repartían en cuadernos apaisados de diez páginas que concluían con un eterno “Continuará”, hasta que sus idas y venidas por medio mundo, antes de Cristóbal Colón, terminaron siendo coloreadas e incluso merecieron una versión cinematográfica dirigida en 2011 por Antonio Hernández con Sergio Pérez Mencheta como protagonista.
Frente al sheriff y al corsario, frente al Jabato y al Cosaco, Rafael Marín entiende que “Trueno fue único y sigue siendo el capitán de todos ellos”.

Una viñeta de 'El Capitán Trueno' en el que puede verse de izquierda a derecha a Crispín, el Capitán Trueno y Goliat. EFE/Fernando Alvarado

Una viñeta de 'El Capitán Trueno' en el que puede verse de izquierda a derecha a Crispín, el Capitán Trueno y Goliat. EFE/Fernando Alvarado

 

“Porque el carisma de Goliath y Crispín es más auténtico que el de los otros comparsas de otros héroes, porque Sigrid sigue siendo la primera sueca que se enamoró de un español, porque los pocos secundarios recurrentes en la saga (Gundar y Zadia, Morgano y Grune; sólo un villano repitió, reencarnado en El Pulpo) tienen ese aire auténtico que hace que en sus reencuentros uno reconozca a un amigo, y porque lo que en Trueno era natural (el humor algo simplón, las mascotas graciosas tipo Nepomuceno o Garritas o el simio Ju-Ju) en otras secuelas-imitaciones resultó algo cargante.

Víctor Mora encontró en El Capitán Trueno la piedra filosofal del escritor de historietas que era, el punto de encuentro de una tradición que se extendió con él hacia adelante. Sus defectos como guionista aparecen aquí perfectamente solapados, parte integrada de las historias que cuenta, y uno se pregunta qué habría sido del Capitán Trueno si, en vez de obligar al autor a repetir ese esquema narrativo en media docena de héroes clónicos, hubiera podido dedicarse plenamente al primer título”.

La respuesta probablemente la tuvo la industria. Como ahora la tiene el capitalismo. Al que Víctor Mora y el Capitán Trueno no pudieron vencer. Al menos, por ahora. Continuará.

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Fuente: Público